martes, 30 de marzo de 2010

La tintorería.


Después de hundirse y tropezar varias veces llegó a tierra firme. Las ropas le chorreaban un asqueroso barro rojizo, que formaba un charco burbujeante en la hierba a sus pies. Con una mueca de asco casi histérica se limpió el rostro y caminó hasta la casita celeste.
Fuera había tres mesas de jardín muy ornamentales con sus sillas haciendo juego. En una de ellas había tres niñas, todas con largos cabellos castaños y mucha purpurina en las largas pestañas, la otra mesa estaba ocupada por una soberbia pareja, ella tenía largas trenzas doradas y hermosos ojos grises y él, los cabellos plateados y profundos ojos celestes, ambos eran de cuerpos largos y hermosos. La otra mesa la ocupaba un señor de edad, con los cortos cabellos lustrosos de cera y un bigote cuidadosamente recortado, leía sosteniendo con una sola mano un librito encuadernado en cuero negro mientras bebía café. Todos vestían ropa interior, las niñas tenían camiseta y pantalones al mejor estilo victoriano, la hermosa dama un camisón del mismo estilo y ambos caballeros calzoncillos, el de los cabellos plateados con estampa lisa y el señor del bigote con pequeños dibujos. Todas sus prendas eran blancas, y resplandecían inmaculadamente, como Sho nunca antes había visto. Y exceptuando el último señor todos llevaban hermosas aureolas plateadas levitando sobre sus cabezas.
Detrás de ellos daba la puerta de entrada. Y a su lado el mostrador en la que una mujer de rostro anfibio atendía al público. Sho escurrió lo mejor que pudo su boina y se la puso, pero se sintió estúpido, así que se acercó a la mujer con la misma en la mano.
_Bienvenido a “el arcángel apurado” esta, su tintorería amiga. Fregamos sus ropas, eliminamos manchas y suciedad, lavamos y perfumamos sus barbas, bañamos a su descendencia y lustramos sus zapatos. Y ahora también almidonamos sus alas por solo 500 rupias._ y señaló hacia arriba. Sho siguió el trayecto de su dedo estirado y logró ver un centenar de cuerdas tendidas en lo alto con ropas y telas de todo tipo todas blancas como la nieve contrastando refulgentemente en sus broches contra la noche estrellada.

2 comentarios:

  1. ¿¡Estaban en ropa interior porque sus ropas estaban siendo lavadas!? Dios mío, es hilarante.

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  2. jajajaja, no no, no dejes que falle el pacto de lectura!

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